
Un madrileño de vacaciones en Barcelona pide un café en una cafetería. Cuando finaliza se acerca a la barra y le pide la cuenta al camarero.
-Son noranta sin centims.
El madrileño entonces pone noventa céntimos en la barra.
-Son noranta sin centims le repite el catalán algo malumorado.
-Ahí los tiene, se los acabo de poner ahí.
-Son noranta sin centims. Le dice el catalán cada vez más molesto.
-Pues ahí se los acabo de dejar. Es que no los ve.
-Que son noventa y cinco céntimos le digo.
-Ya sabía yo que por cinco céntimos el catalán hablaba español.